31/5/21

Distinción de armonía y contrapunto (y melodía)

La inconmensurabilidad mutua en cuanto dos perspectivas o planos de análisis de la distinción de «armonía» y «contrapunto» (y «melodía») se cifra en la no-deducibilidad de la armonía sólo de la estructura melódico-contrapuntística ni la melodía de la estructura armónica, aunque ambos planos estén mutuamente articulados. En efecto, que el plano armónico y el contrapuntístico (o melódico) no son mutuamente deducibles se sigue del hecho de que una misma armonía se presta a ser desarrollada en múltiples melodías alternativas posibles y una misma melodía se presta a ser armonizada en múltiples armonías alternativas posibles; y esto aunque se «sugieran» las unas a las otras dentro de un cierto margen de indeterminación. 

En determinados estilos la racionalidad constructiva de la composición puede ser o bien predominantemente armónica o bien predominantemente contrapuntística, pero ambas perspectivas están siempre similarmente presentes aunque no lo hagan con el mismo peso dialéctico (respecto del «sentido» global que tiene la obra). En efecto, incluso en polifonía del siglo XV es evidente que no se componía como Tinctoris pretende a línea melódica completa de una sola vez o al menos no sin pensar en su «armonicidad», i.e. el conjunto armónico resultante (aunque sea tomando como parámetro las relaciones interválicas entre voces y no funciones acórdicas tonales); mutatis mutandis, incluso en las composiciones corales más «armónicas» hay siempre una cierta conciencia de la «melodicidad» al menos de las voces extremas que resaltan sobre las otras.

Ahora bien, hay que decir entonces qué criterio determina la disociabilidad de ambas perspectivas de análisis. La partitura musical, o bien (a) es accidental a la música, o bien (b) es esencial a la música.

(a) Si se considera que las partituras son sólo una «transcripción de la música (sonora)» entonces hay que rechazar un criterio de distinción metanotacional como «vertical» -armonía- y «horizontal» -contrapunto, melodía-. En efecto, el criterio aparecería de este modo como una mera metáfora que toma como plataforma teórica engañosa una notación musical que no es sino accesoria, superestructural, a la verdadera naturaleza esencialmente sonora de la música.

(b) Pero si se considera que las partituras no solo no son accesorias a la música sino que son una evolución de ella (como esencia plotiniana, como institución dada en un proceso de desarrollo histórico) en cuanto cuerpo suyo (disociable aunque inseparable a partir de cierta fase del núcleo sonoro), tal que la propia composición ya tiene su racionalidad dependiente de la notación sobre el papel con que se compone, por tanto siendo un contenido esencial a la propia estructura objetiva de esas composiciones musicales (particularmente las de dimensiones sinfónicas, que no se pueden improvisar -i.e. «componer in situ»- por ejemplo al piano, sino que exigen de la composición previa «sobre el papel» para la organización mutua de los músicos), entonces, la «verticalidad» u «horizontalidad» de la perspectiva no es ya una mera metáfora o concepción errónea de la distinción armonía/contrapunto sino precisamente la teoría que revela su verdadera naturaleza racional en la composición: es predominantemente armónica la música que se ha compuesto «pensando en vertical», y es predominantemente contrapuntística la música que se ha compuesto «pensando en horizontal»; i.e. la construcción musical está hecha ya «pensando desde la partitura» sin la cual ésta no sería posible.

30/5/21

«Filtrado organoléptico», Ego trascendental, hiperrealismo y modos de realidad

La percepción (o «filtrado organoléptico», desde órganos sensoriales humanos o no humanos) lo es de cosas reales (absolutas), pero las cosas reales sólo pueden ser determinadas como tales ex post facto de su percepción y desde ellas ya conformadas. Lo previo a la percepción y absoluto, por tanto, es un límite en el que al contenido percibido se le quita su forma perceptual; ese límite (la materia sin forma) es M (la materia ontológico general). E (el ego trascendental), por otro lado, no tiene tanto que ver con la percepción -con la sensibilidad paciente- como con la construcción operatoria -con la totalización agente e institucionalizada de Mi (del mundo interpretado) a partir de esos contenidos percibidos-. Es decir, la percepción corresponde al plano ontológico-especial, mientras que E corresponde al plano ontológico-general; i.e., la percepción antrópica y la naturaleza antrópica en general del mundo son planos distintos. Perceptualmente Mi no sólo es filtrado por los órganos sensoriales humanos sino también por los órganos sensoriales animales (y aquí la Idea de kenosis), pero la totalización del hecho de que hay esos órganos sensoriales animales se da también en función de los parámetros categoriales de la epistemología biológica hecha por los hombres; i.e., pese a ello hay que decir que Mi es un mundo «a escala antrópica» y no «a escala antrópica y zootrópica» al menos en ese plano ontológico-general aunque en el plano ontológico-especial de la percepción sí haya que considerar esos sujetos no humanos. Y en ese sentido hay que decir que aunque quitando al hombre del mundo éste permanecería en tanto que percibido por los animales, ese modo de mundo que permanecería no sería el mundo (Mi) organizado por los hombres (E) sino otro mundo distinto (el mundo absoluto) que sólo podemos considerar, de nuevo, en estatus ontológico de idea-límite (M); más aún hay que decir lo mismo del mundo sin hombres y sin animales. Buena parte de la polémica en torno al debate del hiperrealismo deriva de la confusión de ambos planos.

Supuesto esto, hay que considerar dos modos de la Idea de realidad: 

(1) La realidad absoluta (cf. sustancias primeras aristotélicas), que desde la perspectiva de la ontología materialista tiene correspondencia extensional con la Idea de M como materia sin forma en derivación límite -aunque de postulación necesaria- desde la materia ya conformada del mundo fenoménico. En efecto, que su postulación es necesaria y hay que atribuirle una existencia positiva se sigue apagógicamente del hecho de que de no considerar que hay un «contenido percibido» previo a la percepción entonces se sigue que el contenido de la percepción emana de la «interioridad» de la propia conciencia del sujeto (idealismo absoluto). Pero la propia conciencia subjetiva está ella misma determinada socio-históricamente «desde el exterior» (al menos para quien acepte la naturaleza de primer grado de las ciencias sociales como un factum dado del que hay que partir filosóficamente). Por tanto hay que considerar una hipóstasis tal consideración de la emanabilidad suya.

(2) La realidad relativa (cf. sustancias segundas aristotélicas), en tanto que ya filtrada por los órganos sensoriales de la percepción humana y zoológica (y por tanto relativa a ellos), pero que aún puede ser mantenida como disociable de las categorías que la conforman como una invariante a múltiples categorizaciones distintas que se pueden hacer de un mismo contenido denotativo; e inseparable de ellas pues de no haber transformaciones o categorizaciones diversas la «invarianza» no tendría sentido como tal. En efecto, la existencia necesaria de realidades relativas se sigue del reconocimiento de que un mismo contenido puede ser totalizado de modos muy diversos y que serán más o menos verdaderos en función de las contradicciones esenciales que aparezcan por razón de su inserción en un sistema dado de pensamiento. P. ej. la totalización de un conjunto de signos y síntomas como determinada enfermedad es más o menos verdadera en función de que administrándole al organismo el tratamiento que «se supone» que debería sanarla lo haga de hecho y no lo mate inesperadamente o lo deje gravemente dañado, en cuyo caso esos «mismos» (su realidad relativa) signos y síntomas deberán ser categorizados de otro modo, i.e. como otra enfermedad distinta.

22/5/21

Relaciones entre las distinciones (partes isológicas/heterológicas) y (relaciones isológicas/sinalógicas)

Las distinciones (partes isológicas/heterológicas) y (relaciones isológicas/sinalógicas) se relacionan del siguiente modo: La distinción entre partes isológicas y heterológicas se refiere al contenido de las partes; en efecto, si su contenido es esencialmente idéntico éstas son isológicas entre sí, y si su contenido es esencialmente diverso éstas son heterológicas entre sí. La distinción entre relaciones isológicas y sinalógicas se refiere al modo de su forma relacional; en efecto, si se relacionan isológicamente entonces su modo de forma relacional es el de ser «lo mismo» (esencialmente idéntico), y si se relacionan sinalógicamente entonces su modo de forma relacional es el de una conexión real. De la consideración de sus implicaciones mutuas tomando como punto de partida cada uno de los cuatro términos de las dos distinciones resulta lo siguiente:

1. El modo de forma relacional isológico implica necesariamente que las partes de la relación sean mutamente isológicas; en efecto, si éstas no fueran isológicas sino heterológicas pero tampoco se relacionasen entre sí sinalógicamente, entonces la relación sería falsa relación. 

2. El modo de forma relacional sinalógico puede constar de partes tanto isológicas (idénticas) como heterológicas (distintas); en efecto, que hay cuerpos cuyas partes son idénticas y otros cuyas partes son diversas es evidente.

3. Las partes isológicas se pueden relacionar entre sí según el modo de forma relacional sinalógico además de según el modo de forma relacional isológico; en efecto, diferentes partes idénticas pueden estar conectadas conformando un todo atributivo. 

4. Las partes heterológicas sólo se pueden relacionar entre sí según el modo de forma relacional sinalógico; esto también es evidente a partir de lo ya dicho. 

En conclusión (partes isológicas: PI; partes heterológicas: PH; relaciones isológicas: RI; relaciones sinalógicas RS), y supuesto que si las partes isológicas o heterológicas son «partes» es en tanto que lo son de un «todo» (distributivo -en el caso de las relaciones isológicas- o atributivo -en el caso de las relaciones sinalógicas-) i.e. en tanto que se «relacionan» necesariamente según uno de los dos modos (en efecto, de no ser así no serían «partes»): RI→PI; RS→(PI∨PH); PI→(RI∨RS); PH→(RS).

20/5/21

Réplica de Esquinas Algaba y contrarréplica en torno a «En torno a Ceuta: "invasión", "crisis migratoria" y "soberanía nacional"»

Textos originales publicados en comentarios de Facebook

I. Réplica de José Ramón Esquinas Algaba:

Tal y como la defines. ¿Qué diferencia una invasión de la entrada ilegal de inmigrantes? ¿Está México invadiendo Estados Unidos? Por otra parte, no toda queda claro si la coacción es una acción propositiva ("buscada intencionalmente", esto es, buscada por grupos o Estados con planes y programas específicos) o teleológica no propositiva, esto es, el resultado no buscado de una serie de acciones. Y esta no es una cuestión filosófica abstracta, es lo que permite su valoración política exacta en la dialéctica de Estados. Por otra parte, presupongo que según dicha definición las llamadas "invasiones bárbaras" en la historiografía sobre el fin del Imperio Romano no fueron tales invasiones ya que dichos bárbaros no eran ciudadanos de ninguna sociedad política. Parece que has definido ad hoc lo que sea invasión y no de modo dialéctico. No digo que esté bien o mal, sino que tu definición se opone a otras definiciones a las que tienes que dar batalla criticándolas ya sea porque tu definición las incluya, ya sea porque las niegues como metafísicas. Por ejemplo, la de Pedro Insua. Si no hay un control efectivo del territorio de otro Estado o ni siquiera se busca ese control efectivo, entonces que quiera cambiar los planes y programas es secundario (para definirla como invasión). También se utilizan otras vías, como la diplomática, las maniobras militares pensadas más en el vecino que en tí mismo, etc. Dicho de otro modo: ¿lo que está ocurriendo en Ceuta y Melilla no es más bien una provocación con fines geopolíticos y no una invasión? Porque si de hecho fuera una invasión, estariamos ante un casus belli y España deberia declarar la guerra a Marruecos y hasta ahora ni Vox se atreve a eso por más retórica de la invasión que utilice. Si se toma en serio que es una invasión, sólo queda la guerra como respuesta.

II. Contrarréplica del presente autor:

1. En primer lugar, estado del debate: Pedro Insua propone la siguiente definición en su cuenta de Twitter: «Un "ataque", o una "invasión", políticamente hablando, significa la penetración de una soberanía en otra, atravesando sus fronteras (sea con acción militar o no)». Ahora bien, tal y como he argumentado también en Twitter esa definición es problemática principalmente por razón de que si la soberanía es un atributo esencial (relativo o absoluto, podemos segregar esa cuestión) los atributos esenciales no son actantes, es decir la «soberanía» no tiene capacidad de agencia como para «penetrar en otra soberanía».

2. El alcance político lo tiene en la medida por la cual la armadura reticular de una sociedad política dada (la «sociedad política» en su sentido estricto como contrapuesto diaméricamente a la «sociedad civil» o «armadura basal») está causalmente involucrada en el proceso de penetración coactiva; en efecto, «político» se dice en primer analogado del Estado, y del Estado principalmente de la armadura reticular constituyente suya. Por tanto, el problema migratorio de Estados Unidos en relación a México no satisface los requisitos de definición; en efecto, los civiles que inmigran (ilegalmente aunque no coactivamente hasta donde tengo entendido) no lo hacen en virtud directa de una acción de la armadura reticular del Estado de México sino «por cuenta personal propia». Esto es lo que lo diferencia del caso que ocupa la temática de mi artículo de blog. 

3. No he definido ad hoc «invasión» sino que lo he contrapuesto a otras alternativas posibles. Pues bien, en caso de no categorizarlo como invasión, ¿cómo deberíamos denominarlo? Pedro Insua propone en su cuenta de Twitter, de nuevo, categorizarlo como «conflicto diplomático». Sin embargo, tal y como también he argumentado allí, un conflicto diplomático es por ejemplo el «¿por qué no te callas?» del rey Juan Carlos a Hugo Chávez. Pero es evidente que aquél y éste son fenómenos de distinto género. Otras alternativas son «crisis migratoria» (cuyo descarte ya está justificado en el artículo), «crisis humanitaria» o «crisis climática» (opciones dos cuyo rechazo justifica las mismas razones aducidas para «crisis migratoria»).

4. La coacción no depende en principio de la finalidad propositiva (en cuanto a finis operantis, aunque sí en cuanto a finis operis). Yo puedo no tener la conciencia reflexiva o intención (prólepsis operatoria) de estar coaccionando a alguien a hacer algo y sin embargo estar haciéndolo de hecho.

5. Las sociedades bárbaras que invadieron Roma sí que eran sociedades políticas al menos en su primera fase conforme a la taxonomía de Bueno (como sociedades protoestatales).

6. «Provocación» tampoco me parece una categorización válida del fenómeno. Al menos en su uso tradicional es una categoría psicológica antes que política (en efecto, es un individuo el que «provoca» a otro haciéndole algo que le disgusta por ejemplo).

Final: Creo que dadas estas razones quedan contestadas las objeciones pertinentes que planteas en tu réplica. Salud.

En torno a Ceuta: «invasión», «crisis migratoria» y «soberanía nacional»

I. Sobre la razón de «invasión»:

Digo «invasión» al proceso por el cual ciudadanos de una sociedad política dada penetran coactivamente (violentamente) en otra y en la medida de su alcance político. Digo «coactiva» a la operación que altera la integridad física (la firmeza) de uno o más individuos dados -los sujetos coaccionados- con la finalidad de influir causalmente (desviando, impulsando, frenando) en su conducta (ejercicio del poder); y digo «firmeza» a la capacidad de recurrencia en el tiempo de un sujeto corpóreo dado.

El apedreamiento de la guardia fronteriza en Ceuta con la finalidad de acceso a una sociedad política dada -la española- proveniendo (como ciudadano) de otra es una operación coactiva. Al mismo tiempo aun tratándose de civiles su alcance es político; en efecto, esto es evidente por la secuencia de los hechos respectiva, que puede ser explicada del siguiente modo:

1. El gobierno español acoge al líder político del Frente Polisario, rival del gobierno de Marruecos en la subordinación del Sáhara Occidental.

2. El gobierno de Marruecos amenaza a España con «consecuencias».

3. El gobierno de Marruecos realiza las «consecuencias» facilitando y promoviendo el acceso de civiles a la frontera en Ceuta y Melilla. Más aún, reconoce explícitamente su involucración causal en el conflicto fronterizo.

De la secuencia se deduce lo siguiente: 

a. Que se trata de una invasión en virtud de su alcance político y en tanto que satisface la definición aquí propuesta. 

b. Que esta invasión no es militar sino «civil» e involucra a su vez una «crisis migratoria». Ahora bien, esta «crisis migratoria» no lo es per se, inmediatamente, sino per accidens, mediatamente al conflicto geopolítico hispano-marroquí. En efecto, si el medio adoptado por el gobierno de Marruecos para realizar sus «consecuencias» hubiese sido otro seguiría habiendo conflicto hispano-marroquí; pero si no hubiese conflicto hispano-marroquí no habría «crisis migratoria». Por tanto, la razón formal «política» tiene prioridad ontológica sobre la razón formal «migratoria», i.e., el per se del fenómeno tiene prioridad ontológica sobre el per accidens mediato suyo. 

c. De las razones precedentes se sigue descartar como verdaderas explicaciones (i.e. determinación de la causa del fenómeno) del conflicto alternativas no políticas tales como «miles de migrantes buscan realizar su sueño de un futuro mejor» (RTVE: «crisis migratoria» y «crisis humanitaria») o «miles de migrantes huyen del cambio climático» (La Sexta Noticias: «crisis climática»). Digo «falsas explicaciones» o «pseudoexplicaciones» a aquellas que son necesariamente «explicaciones falsas» en tanto que no adoptan la escala de análisis pertinente, la escala política en este caso. 

Empero, la identidad en género (en cuanto a razón formal de «invasión») de la invasión de Polonia por los nazis en 1939 y de la invasión de Ceuta por civiles de 2021 no suprime su diferencia en especie. En efecto, la primera es de la especie de las «invasiones militares» mientras que la segunda es de la especie de las «invasiones civiles» (organizada por el Estado de Marruecos en este caso, y de ahí su alcance político).

II. Sobre la razón de «vulneración de la soberanía nacional»:

Digo «soberanía relativa» (material) a la capacidad o potencia efectiva de la armadura reticular de una sociedad política dada de gobernar (poder descendente: legislar, redistribuir, etc.) en su territorio y sobre sus ciudadanos (su armadura basal) respectivos.

Como el poder en general, admite «el más y el menos» soberanía (grado). En efecto, según sea la extensión (mayor o menor) del dominio de los «de» sobre los que la armadura reticular posee «capacidad de» tal será su grado de soberanía. Asimismo puede distinguirse en el género «soberanía» diferentes especies según sus contenidos («soberanía económica», sobre la economía nacional, «soberanía energética», sobre la energía nacional, «soberanía fronteriza», sobre el control de las fronteras nacionales, etc.). Un grado mínimo de soberanía es conditio sine qua non de la razón formal de «Estado»; un grado máximo de soberanía es un límite incomposible en la forma de «Estado totalitario».

Digo «soberanía absoluta» (formal, summa potestas de Bodino) a la hipóstasis de la soberanía relativa cuando la misma es derivada hasta el límite dialéctico de la supresión de sus contenidos «sobre los cuales» (relación) existe o no esa capacidad.

Para aquel que defiende que la soberanía real es la «soberanía absoluta» y la fenoménica o derivada es la «soberanía relativa» es contradictorio sostener que una invasión vulnera la «soberanía nacional». En efecto, si para él la soberanía es un atributo esencial absoluto de suma potestad, en el momento en que una suma potestad (la del Estado de España) fuese susceptible de quedar a merced de otra (la del Estado de Marruecos), se habría evidenciado que no era «suma», ergo no era «soberana». 

Para aquel que defiende que la soberanía real es la «soberanía relativa» y la fenoménica o derivada es la «soberanía absoluta», no es contradictorio sostener que una invasión vulnera la «soberanía nacional». En efecto, la invasión de una sociedad política por otra implica la vulneración de su soberanía nacional en su especie «soberanía nacional fronteriza», que deberá ser recuperada mediante el control de la situación por distintas vías posibles.

III. Corolario sobre el concepto de «migración»:

La cuestión de Ceuta y Melilla demuestra una vez más por qué la «migración» humana no existe como migración pura y separada de la política: es «in-migración» o «e-migración». En efecto, la inmigración (no de «hombres», sino de «ciudadanos marroquíes» o de otras sociedades políticas dadas, y no a un «territorio ecológico» sino a la «nación española») es una vía de presión geopolítica como cualquier otra de las posibles. Para aquel que defiende que la inmigración (política) es un caso particular de las «migraciones» en general es contradictorio el fenómeno del conflicto hispano-marroquí y se verá obligado a justificarlo como político sólo per accidens y migratorio per se cuando de los hechos se sigue la razón justamente inversa.

La conexión natural entre la «inmigración política» y la «migración etológica» (animal, de la cual procede por reorganización anamórfica) no implica la subsunción de la primera en la segunda, i.e. no implica la consideración de la «inmigración política» como una especie (cogenérica a otras) del género de las «migraciones» animales. La escala geopolítica es inconmensurable a la escala etológica, y no existen «ciudadanos del mundo» sino sólo ciudadanos de sociedades políticas positivas concretas dadas.

1/5/21

Anotaciones para el coloquio sobre la conferencia de Paloma Hernández «El arte marxista (leninista, por supuesto)»

1. Preámbulo:

a. El problema no sólo de la adjetividad ideológica ni la censura en las artes sino también de su función distáxica (y antiética). Además de la situación paradójica e inusitada históricamente de que habiendo instrumentos de control y uniformización ideológica de los productos artísticos tan desarrollados o más que siempre sin embargo estos son presentados como «libres» y «libertadores» en lugar de como panfletos de la ideología hegemónica subvencionados por el Estado, las autonomías y los poderes financieros. (Primera conferencia de Paloma y Forja 95).

b. El mito de la «emancipación del artista» en el siglo XVIII. (Forja 95 y primera intervención de Chuliá de la primera mesa redonda).

c. Crítica de Chuliá al concepto de «arte conceptual» como arte adjetivo donde una serie de Ideas genéricas contradistintas de las técnicas específicas de cada arte adquieren una función de fundamento de la obra artística. (Primera intervención de la primera mesa redonda).

d. Las críticas a un sistema son o bien críticas desde otro sistema o bien críticas triviales y limitadas a la ambigüedad de los términos, al estilo, a biografismo o a lo sumo a la detección de incoherencias entre unas partes y otras del sistema criticado. Pero la mayor parte de filósofos académicos importantes de la historia de la filosofía son, además de sistemáticos, coherentes. La sistematicidad no es un principio pragmático o heurístico, una «apuesta» metodológica, sino una constatación histórica de hecho.

2. Idea de arte sustantivo y su relación con las artes del presente:

a. Definiciones genéricas de arte que no son capaces de delimitar la especificidad de las instituciones artísticas («el arte es un arma ideológica»; «el arte es un lenguaje»; «el arte es la expresión de un pueblo»; etc.) frente a todo tipo de contenidos que no son llamados por nadie ni hoy ni históricamente artísticos.

b. Nuestra definición nuclear. (Ver entrada del blog.)

c. El «arte adjetivo» es por tanto «arte» sólo en un grado límite. Se le reconoce su «intencionalidad» artística y también el hecho de que es producido por personas con formación profesional artísticas, es decir su naturaleza como producto del gremio de artistas, pero estas razones se mantienen en un plano subjetual. Ahora bien, no es «arte» el arte por ser producido por el gremio de artistas, sino que son «artistas» los artistas por ser el gremio que produce arte, y con donde también personas que no son artistas profesionales producen obras de arte.

d. La artisticidad admite grado y a ese grado es lo que llamo su sustancia, sus contenidos específicamente técnicos contradistintos de los ideológicos. Porque, como Chuliá ha recalcado en múltiples ocasiones la distinción de arte sustantivo y arte adjetivo no es dicotómica. Una obra no es «arte» por la razón subjetual de ser producida por profesionales de un determinado gremio sino por la razón objetual de su sustancia categorial. Si la explicación (totalización, dotación de sentido sentido, unificación de sus partes) ofrecida de una obra «musical» -p. ej. «música concreta» y además «aleatoria»- no contiene ningún concepto técnico propiamente musical entonces no puedo decir que es música en sentido estricto, es decir, su «sentido» como producto de la praxis no es artístico sino filosófico, ideológico o de otro tipo.

e. Ejemplo de arte sustantivo: sonata de Mozart (analizada). Ejemplo extremo de arte adjetivo: una balda con algún tipo de fruta en la feria de arte ARCO presentada como arte conceptual y acompañada de la siguiente inscripción: «el Particular absoluto, la Contingencia soberana, mate y elemental, el Tal, en resumidas cuentas, la Tuché, la Ocasión, el Encuentro, lo Real en su expresión infatigable» (Barthes, citado por Paloma en su artículo).

f. Adjetividad artística (mala filosofía e ideología) y decadencia de las artes académicas en el presente.

g. Técnicas artísticas. Caso de la oposición técnica/musicalidad en Música. (Ver entrada del blog.)

3. Universalidad de la teoría y notación musical occidentales:

a. La universalidad de la filosofía occidental consiste en que un filósofo académico católico medieval como Santo Tomás no deja de lado la tradición grecolatina que hereda sino que la absorbe y le da una nueva dirección; un filósofo académico protestante y clásico como Kant no deja de lado la tradición católica escolástica que hereda sino que la absorbe y se define en buena parte frente a ella; Hegel con Kant, Marx con Hegel, etc. De este modo, un filósofo académico no genera una superestructura de clase sino que arrastra toda una tradición que desborda los grupos en que está enclasado y se extiende por multiplicidad de ellas. Además, la filosofía académica no deja de lado ni ignora a sus oponentes, sino que se esfuerza por ser capaz de absorber y reducir sus teorías a contenidos del propio sistema desde el que se filosofa (Aristóteles en su historia filosófica, crítica, de la filosofía desde su doctrina de las cuatro causas). Todo esto tiene como resultado que la filosofía occidental no es una filosofía étnica sino una filosofía universal, que es capaz de explicar filosofías orientales pero no al contrario (ejemplo de traducciones de Sankara desde el idealismo alemán).

b. Del mismo modo, la medicina occidental, universal, no deja de lado las medicinas tradicionales étnicas como «no probadas científicamente», sino que es capaz de dar cuenta de por qué funcionan cuando lo hacen sobre principios activos presentes en los productos naturales utilizados por estas o sencillamente como placebo en su caso.

c. Así pues, del mismo modo también la teoría y notación musical occidental son universales no sólo por razones políticas (por el imperalismo decimonónico) sino también por su potencia y particularmente gracias a la confrontación con otras músicas y teorías musicales que la musicología y etnomusicología ha raíz del imperialismo precisamente han sometido a ésta (desarrollo de la teoría del cent de Ellis en 1885). A su vez, históricamente es posible transcribir con absoluta fidelidad cualquier música posterior a los matices rítmicos de la notación gregoriana adiastemática desde la notación moderna pero no al contrario.

4. Universalidad de la música en particular:

a. Música académica occidental como música universal en cuanto a estructura (aunque no lo fuese en cuanto a génesis) vs. músicas étnicas (occidentales o no occidentales). Violinistas y orquestas sinfónicas repartidas en poblaciones de todo el planeta. Tabla etnomusicológica de especificaciones de «música» y su limitación.

b. Musicología y regionalismos. Parte conveniente: interés por el patrimonio artístico y subvenciones a la investigación histórica que han permitido sacar a la luz multitud de músicas que permanecían ocultas y/o infravaloradas por la tradición historiográfica alemana. Parte inconveniente: falta de realismo en la valoración de las músicas sacadas a la luz con esas investigaciones en competición entre comunidades autónomas.

c. Tendencias historiográficas desde el objetualismo (consideración de lo que la música tiene de sustantivo) hacia el subjetualismo (consideración de lo que la música tiene de adjetivo): Hugo Riemann («época del bajo continuo», objetualismo máximo), Manfred Bukofzer (pequeña referencia poco informada a la música española), John Walther Hill (inicio del revisionismo, capítulo completo para la música española) y Wendy Heller (tendencia al subjetualismo, desaparición de la música española).

d. Musicología feminista. Mitos historiográficos: Clara Schumann, Fanny Mendelssohn, Nannerl Mozart.

5. Universalidad de las artes en general:

a. Alta cultura y baja cultura. Alcance de la articulación Socioeconomía/Sociología del Arte. Categorías socioeconómicas oscuras y confusas: mercancía, mercantilizar, capital, capitalista, burguesía, proletariado, fetichismo, etc. Su alcance en el análisis de las artes en el presente. Linares sobre la categoría de clase social.

b. Tabla de modos de sociologismo de Bueno.

c. Carácter metafísico de la relación de «manifestación» o «expresión» de clase en Gramsci, herencia del expresivismo hegeliano. Como si estuviesen adoptando una concepción del mundo de otra clase social (la burguesa), desde lo cual se abren las siguientes vías:

I. Establecer una imbricación intelectuales/proletarios para desarrollar la concepción proletaria (socialista, y esta es la vía marxista).

II. Deconstruir esa concepción del mundo para, desenmascarando los intereses ideológicos de clase que hay involucrados en ella y empoderando a los colectivos oprimidos a que generen sus propias teorías, oponerle otra concepción del mundo distinta (y esta es la vía postmoderna). Errores del marxismo y sus consecuencias en multitud de ideologías del presente con cambios de base y mantenimiento de la relación de expresión superestructural: feminismo (patriarcado), queer y transfeminismo (cisheteropatriarcado), decolonialismo e indigenismo (imperialismo) o antirracismo (supremacismo blanco).

Frente a ambas vías, que son dialécticas pero reduccionistas, sociologistas, la vía del materialismo filosófico postula una continuidad entre la génesis y la estructura pero una disociabilidad y universalidad de ambas mayor o menor en función de la sustantividad de la categoría o filosofía de que se trate, desde el grado máximo alcanzado por las ciencias naturales (alfa-operatorias) hasta el grado mínimo con las «costumbres populares».

6. Final:

a. Es legítimo justificar una obra de arte mediante razones morales, éticas, políticas, económicas, psicoterapéuticas o de otro tipo, pero todas estas justificaciones son estrictamente extra-artísticas. Puede valorarse un sistema filosófico con criterios morales como la «humildad» del filósofo (Castro sobre Ortega), o políticos, por el carácter «reaccionario» o «burgués» (Diccionario Soviético de Filosofía sobre Schopenhauer) que este sistema implica, etc., pero todos estos criterios son criterios extra-filosóficos. Para clasificar a un filósofo con criterios filosóficos habrá que decir que es «espiritualista», o «idealista (subjetivo u objetivo)», «esencialista», más o menos sistemático y sólido, etc. Pues bien, con las artes sucede lo mismo: los únicos criterios estrictamente artísticos exigen ser formulados «desde dentro» de la propia categoría técnico-artística de que se trate. Una sinfonía de Mozart no termina las cadencias finales en tónica por razones morales o políticas sino porque la tensión (la contraposición) de la dominante se resuelve (se neutraliza) con la relajación de la tónica al final de un movimiento.

b. Los -ismos de las ideologías hegemónicas del presente y la filosofía crítica o académica. Platón y los sofistas; Sócrates y la censura. El verdadero filósofo y el falso filósofo. La impiedad es condición necesaria aunque no suficiente de la filosofía crítica. (Respuesta a Fernando Castro.)

«Trabajadores», «clases sociales» y «clase dominante». Con ocasión del Día del Trabajador

Aun a riesgo de opinión impopular, voy a enumerar tres tesis que creo que hay que tener presentes antes de dejarse llevar por la tendencia ideológica y la ocasión del día:

1. «Trabajadores» son todos, también los empresarios. Hay que recordar que un alto ejecutivo de una empresa multinacional es «asalariado», y que un dueño de un pequeño bar de pueblo de dos o tres trabajadores, o incluso un autónomo y sí, también un taxista, son en sentido estricto definido «empresarios». Pero esos empresarios «trabajan» tanto o más como los otros asalariados. Esto nos conduce a:

2. Las clases sociales de los «asalariados» y los «empresarios» no son unitarias: un empresario puede tener tantos intereses enfrentados con otros empresarios como con asalariados. No se puede confundir en una clase social unitaria a los autónomos y a los empresarios de grandes multinacionales del mismo modo que no se puede confundir en una clase social unitaria a los asalariados de una fábrica o de una tienda de ropa y a los asalariados altos ejecutivos. Y finalmente:

3. La «clase dominante» no se identifica exclusivamente con las grandes fortunas: el poder de dominación se obtiene no sólo por el patrimonio que se tiene a disposición. Por ejemplo, un humorista o un influencer de Youtube que tengan muchos seguidores cuando invitan a votar a uno u otro partido político ejercitan su poder de dominación sobre quienes les siguen y les confieren autoridad; de aquí se seguiría que estos debieran ser considerados dentro de la misma «clase dominante» de la que formarían parte George Soros y Donald Trump (a su vez mutuamente enfrentados, socialdemócrata el primero y neoconservador el segundo). «Clase dominante» tampoco es una clase social unitaria.

¿Qué quiere decir que todas estas no son clases unitarias? Que no deberían ser consideradas «en bloque» (lisológicamente) y sin ser desarrolladas en los intereses múltiples y contradictorios que cada una de sus partes tiene (morfológicamente): pequeñas, medianas, grandes empresas, de «este» o «aquel» sector productivo, de «este» o «aquel» Estado, etc. No en favor de un armonismo preestablecido sino en favor de la multiplicación pluralista de las clases y contra un dualismo tradicional marxiano ya zombificado.