29/7/22

Aproximación a un análisis materialista de las ideologías de los cuatro principales partidos nacionales de España

El análisis presentado a continuación alberga la intención de aplicar esquemas de explicación social materialistas a las ideologías de los cuatro principales partidos nacionales de España (PSOE, PP, Podemos y Vox), relacionándolas, como superestructuras, con funciones tecnológicas o estructurales propias de la dialéctica electoral inherente a las democracias de partidos occidentales del presente, en el contexto del desarrollo histórico de la base económica, frente a la opción de considerarlas como meramente «autónomas» en cuanto tales ideologías, en la perspectiva del idealismo histórico. El texto consta, así, de cuatro apartados, cada uno de los cuales se destina a uno de los cuatro partidos. Se trata de un conjunto de explicaciones tentativo y susceptible de ser rectificado más adelante, pero que puede resultar interesante presentar sistemáticamente al menos de un modo provisional como material de trabajo.

I. La ideología del PSOE:

Corriente política en la que se enmarca: socialdemocracia.

Son partes integrantes suyas el feminismo, el LGBT, el ecologismo, el cosmopolitismo humanista, la defensa de las minorías étnicas, el distributivismo a través de «lo público» y el Estado de bienestar, etc. Resulta fundamental señalar que el obrerismo, que caracterizaba a la socialdemocracia previa a la caída de la URSS, va desapareciendo con los años tras ésta.

Explicación: Conforme va desarrollándose la sociedad de consumo o de mercado pletórico de bienes, las dos clases sociales fundamentales del capitalismo, los asalariados (antes «proletarios») y los empresarios (antes «burgueses») se van haciendo cada vez más heterogéneas, y con vasos comunicantes fluidos no solamente intergeneracionalmente, de padres a hijos, sino también dentro de una misma generación. Un asalariado promedio tiene cierta capacidad de ahorro que, unida a un préstamo o a ayudas de familiares le permite emprender, formar su propia empresa, es decir, tomar en propiedad los «medios de producción». Son también asalariados altos ejecutivos millonarios, así como son empresarios los propietarios de pequeñas empresas o los autónomos, que ya no cabe considerar «opresores», hasta el punto de que se ve rota la unidad dual en dos grandes bloques, los «opresores» y los «oprimidos», correspondientes en el capitalismo a «burgueses» y «proletarios», mutuamente enfrentados, constitutiva de la filosofía marxista de la historia. Esta situación se agrava con la caída de la Unión Soviética. Pero era precisamente el «proletariado» el sujeto de reivindicación de los partidos socialdemócratas. Así, desaparecido éste como tal grupo homogéneo, la socialdemocracia no podía más que disolverse como movimiento político, o adaptarse a un nuevo sujeto de reivindicación; y es en las mujeres, las minorías en cuanto a orientación sexual, las minorías étnicas, el problema global del cambio climático, etc. donde encontró a éste. Así, la transformación de la izquierda es una consecuencia de procesos estructurales que tienen lugar en la base económica. Carece de sentido intentar hoy el resurgimiento de la izquierda obrerista, interpretada como «la verdadera izquierda», sencillamente porque las condiciones han cambiado, e impiden ese resurgimiento. Se trata de un proceso que tiene lugar en los partidos socialdemócratas de más o menos todos los países occidentales, conforme se han ido desarrollando económicamente, con cierto desfase temporal mutuo. No se trata de un proceso con un origen único (por ejemplo en EEUU) que posteriormente se haya ido difundiendo al resto de países, sino de un fenómeno de plurigénesis fundado en la coincidencia de condiciones estructurales análogas en la «capa basal» (sistema productivo) de los diferentes Estados occidentales, respecto de sus partidos socialdemócratas propios. En el caso de España, ese partido ha sido el PSOE. Así, su «pack ideológico» tiene que ser entendido como superestructura de una función mercadotécnica básica de los partidos socialdemócratas para mantenerse en el poder.

II. La ideología del PP:

Corriente política en la que se enmarca: democristianismo.

Sus partes integrantes son con pocas diferencias las mismas que las del PSOE, si bien moderadas, lo que conduce al hecho de que las leyes que ha ido constituyendo el PSOE de contenido más inherentemente ideológico (Ley de memoria histórica, Ley de violencia de género, Ley del matrimonio homosexual, ley del aborto, etc.) no han sido derogadas, sino mantenidas o incluso apoyadas finalmente con ciertos años de retraso en los gobiernos del PP, al tiempo que PSOE y Podemos las continuaban en nuevas leyes (Ley de memoria democrática, Ley sólo sí es sí, Ley de la eutanasia, Ley trans, etc.). El PP se vende como «buen gestor», con un signo intencionalmente pragmático. La ideología no es lo importante, sino «que las cosas funcionen» cuando ellos gobiernan.

Explicación: De nuevo, conforme va desarrollándose la sociedad de consumo, se afianzan una serie de lógicas sociales que tienen su fundamento en la libertad-para, es decir, en la libre elección del individuo, para elegir qué comprar de entre decenas de productos semejantes de marcas distintas, para elegir a sus propios representantes políticos (y así la «victoria de la democracia», que no es sino una transposición de las lógicas del mercado al gobierno, es decir, al ámbito de lo político), pero también para abortar, para suicidarse, para consumir estupefacientes, o incluso, en el terreno de la educación de los niños, para elegir la propia religión conforme se crezca, para elegir los juguetes o el vestuario «libre de estereotipos de género», y en el límite para elegir el propio sexo, es decir, si uno mismo es hombre o mujer, pero también «género fluido», «bigénero» o «agénero». En este avance, los valores cristianos tradicionales, que son esencialmente socialistas, basados en una moral comunitaria del deber y no de la libertad, no tienen cabida. De nuevo, a los partidos de raigambre cristiana no les quedaba otra opción, si querían poder continuar compitiendo en el mercado electoral, que adoptar una posición meramente pragmática o tecnócrata, que se confunde en ocasiones con el oportunismo. Pero como quiera que es imposible gobernar sin ideología, al PP no le quedaba más remedio que adoptar la misma del PSOE, con una diferencia: que mientras que el PSOE se presenta a sí mismo como «vanguardia en la lucha por los derechos civiles», al PP no le queda más que presentarse como mejor gestor en la esfera de los medios, aceptados los fines, y una vez moderada esa ideología, es decir, asumida igualmente sólo que con retraso. El resultado de esta diferencia consiste en la dificultad «extra» del PP para poder imponerse electoralmente, pese a ser efectivamente mucho mejor gestor que el PSOE, en tanto que es éste segundo el que no solamente tiene la legitimidad social del statu quo moral de la España actual, sino que es además él mismo el que constituye ese statu quo, es decir, el que tiene el poder de controlar la «vara de medida» de qué cosas son o no son moralmente legítimas.

III. La ideología de Podemos:

Corriente política en la que se enmarca: socialdemocracia, pero en una rama populista sui generis con elementos de un marxismo difuso recibido a través de la influencia de Ernesto Laclau.

Sus partes integrantes vuelven a ser las mismas que las del PSOE, pero, así como en el PP se encuentran en una versión moderada, en Podemos se dan en una versión radicalizada. Sin embargo, resulta fundamental recoger el hecho de que originariamente el centro de su discurso no residía en elementos como el feminismo o el ecologismo, sino en la dialéctica entre élite («la casta», «los de arriba», identificados con PP y PSOE, el régimen bipartidista) y pueblo («los de abajo»).

Explicación: Así como tenía sentido presentarse a sí mismos como un partido esencialmente nuevo, del pueblo, que iba a acabar con «la casta», en el momento en que surgieron, esa presentación deja de tener sentido una vez alcanzan alcaldías, presidencias autonómicas, en solitario o en coalición con el PSOE, o el mismo gobierno nacional. De nuevo, llegado a ese punto, no le quedaba más remedio que adoptar la ideología del PSOE, con el añadido, como marca distintiva en el mercado electoral, de ir aún más «avanzados» en la «lucha por los derechos» (y así se explica la contradicción entre el feminismo de Carmen Calvo y el feminismo de Irene Montero). Si esta fórmula parece estar resultando insuficiente y Podemos se va descomponiendo al tiempo que pierde votantes (Íñigo Errejón con Más Madrid, Teresa Rodríguez con Adelante Andalucía, Yolanda Díaz con Sumar), se debe a las contradicciones internas que está generando el momento práctico que esa ideología legitima, y que naturalmente serán mayores cuanto mayor sea el radicalismo de las medidas.

IV. La ideología de Vox:

Corriente política en la que se enmarca: derecha alternativa.

Sus partes integrantes, al contrario que en el caso del PP y Podemos, sí se diferencian claramente de las del PSOE, e incluyen constantes como la patria, España, la familia, el antiglobalismo, especialmente en materia de inmigración, la soberanía, frente a las líneas socialdemócratas de la Unión Europea, y los valores tradicionales cristianos en general, aunque desprovistos de su fundamentación religiosa.

Explicación: Las medidas prácticas que el statu quo ideológico socialdemócrata ha legitimado han demostrado ser erróneas. El intento de suplir el descenso gradual de la tasa de natalidad, acompañado de la erosión de la institución de la familia nuclear, a través de inyecciones constantes de inmigrantes ha generado un incremento de la inseguridad en las calles, al tiempo que en los barrios humildes iba aumentando cada vez más la proporción de población extranjera, sobre todo magrebí. Hay una contradicción clara entre la protección de la mujer y la defensa de la «identidad» de las minorías étnicas y su derecho a ejercer instituciones como el uso del hiyab, siendo las mujeres o las personas LGBT precisamente las más afectadas por el incremento de la inseguridad. La desaparición de la palabra «España» y su sustitución por fórmulas como «el Estado» o «este país» se manifiesta correlativa a la transformación de la nación en un conjunto de «comunidades autónomas» en proyecto de ser tan autónomas como auténticos Reinos de Taifas, e ideologías como el catalanismo, el vasquismo, el galleguismo, el andalucismo, etc. no ven ninguna contraparte en un nacionalismo español unitarista, conduciendo a la situación límite del referéndum ilegal de independencia en Cataluña. La «defensa del medio ambiente» conduce a un encarecimiento del precio de la electricidad o el combustible no atribuíble de manera exclusiva a la Guerra de Ucrania, y cuyas consecuencias hacen especialmente vulnerables a las clases medias y bajas, que son quienes no pueden pagar el aire acondicionado en verano, o la calefacción en invierno, al tiempo que la energía nuclear, que es no solamente la más rentable sino también la más «limpia» continúa vetada o incluso tabuada. La presunta protección de la población transexual conduce a un aumento exponencial del número de casos de disforia de género y solicitantes de «cambio de sexo», incluyendo amputación de senos o genitales, mientras va creciendo el discurso de que estos «han nacido en un cuerpo equivocado», y donde el intento de obtener una definición de «hombre» o de «mujer» se vuelve una «misión imposible». La «derecha alternativa» se presentará, así, no tanto como una opción «pragmática», de «buenos gestores», sino como una auténtica alternativa ideológica, que recupera muchos de los valores tradicionales, aunque no en su forma tradicional «pura», ni tampoco todos ellos. En suma, el hecho de que en los países occidentales se haya venido articulando durante los últimos años una «reacción a la derecha» frente a la hegemonía cultural socialdemócrata, hasta el punto de apuntar al logro de «ponerla en jaque», no es sino una consecuencia de las propias contradicciones internas de ésta.

8/7/22

En defensa de Rafa Nadal y del espíritu deportivo

El deporte ha sido concebido hasta hace muy poco como una disciplina cuya esencia era el «espíritu de superación», o el «conocerse a sí mismo», pero en el sentido de la competición con otros, a través de la cual medir las propias capacidades. La diferencia entre un «juego» en el sentido más laxo y un «deporte» no era otra que esa. Así la ampliación del propio deporte a actividades como el ajedrez, siempre y cuando fuese cultivado «deportivamente», o con variedades como los juegos paralímpicos. Recientemente, esto está cambiando. Durante los últimos Juegos Olímpicos, la izquierda mediática defendió la retirada de la estadounidense Simone Biles de la competición alegando la necesidad de «cuidar de su salud mental».

https://www.rtve.es/.../simone-biles.../2144940.shtml...

Es importante recordar que Biles conocía a lo que se exponía cuando decidió participar, y que lo hacía a título de representación de EEUU en su conjunto, y no como un mero «individuo» aislado. Había asumido una gran responsabilidad social. Ahora le toca el turno a Rafa Nadal, que después de sufrir una grave lesión abdominal, y ante los gritos de su padre, que le aconsejaba que se retirase, no sólo siguió jugando, sino que incluso ganó el partido al también estadounidense Taylor Fritz.

https://www.marca.com/.../06/62c5a78246163f7b858b45d9.html

Conforme al espíritu deportivo, esta acción debiera ser enormemente encomiada. Sin embargo, en esta ocasión la izquierda mediática ha reaccionado en un sentido inverso a como reaccionó con Biles: Nadal ha actuado como un mártir necio, y debería haberse retirado. Y ahora que Nadal se ha retirado efectivamente de la competición, siguen los ataques hacia él. No sólo es un mártir necio, sino que además ha arruinado su competición a Fritz «para nada». 

https://www.20minutos.es/.../directo-rueda-prensa-rafa.../

El tenista estadounidense, al contrario, reconoce: si Nadal le ha ganado, incluso estando lesionado, eso significa que no merecía continuar en semifinales. Que luego se retire por la lesión no cambia esa situación.

https://www.marca.com/.../08/62c7cb7022601d52478b45c4.html

Lo que estas críticas expresan no es otra cosa que un profundo cambio de perspectiva respecto del deporte en su conjunto: debe ser algo para disfrutar, para divertirse, y no para sufrir por lograr algo ni medir hasta dónde eres capaz de llegar. Difícil no ver que, en esta nueva concepción del deporte, valores tradicionales tan básicos como el del esfuerzo, necesarios para que cualquier sociedad funcione, se ven sustituidos por los valores del consumidor satisfecho, por la libertad-para definirse a través del consumo en un mercado pletórico de bienes en función de motivaciones del tipo más prosaico posible. La pregunta es si esto realmente nos hace mejores como sociedad o estamos sacrificando mucho más de lo que creemos.