27/6/20

Lino Camprubí, las «junturas naturales» del cordero y la tesis del hiperrealismo

[...] la verdad científica no depende de algunos primeros principios, o de una mathesis universalis respecto de la cual todas las ciencias particulares fuesen aplicación o preparación o apariencia (como lo pensaron los escolásticos, los neopositivistas y el propio Husserl); significa (al menos, la teoría del cierre categorial se apoya en este significado) que la verdad científica debe estar fundada en los recintos propios e inmanentes de cada ciencia, en los «campos categoriales» en función de los cuales cada ciencia se define. (TCC, tomo primero, pp. 47-48)

Pero afirmar esto equivale a afirmar que no hay unas «junturas naturales» a las que la ciencia, considerada unitariamente en función de esas «junturas», pudiera «adecuarse». Las junturas naturales del cordero se dan inmanentemente a la técnica de la carnicería.
Si las «junturas naturales» del cordero se sustancializan de la técnica de la carnicería y se unen a las otras «junturas naturales» determinadas inmanentemente por cada categoría científica, de aquí se derivaría una teoría de la verdad de la ciencia como ciencia unitaria.
Pero resulta que hay discontinuidades constitutivas entre las verdades científicas de cada categoría, de lo que se sigue que no hay una ciencia unitaria, y que esas «junturas naturales» no son separables (sin sustancialización) de esa inmanencia categorial.
Yo creo que la tesis de la verdad científica como una inmanencia categorial obliga al hiperrealismo, y que «junturas naturales» transcategoriales (como Camprubí sugiere de forma más o menos indeterminada) obligan a sostener la existencia de una ciencia unitaria sin discontinuidades, en el sentido monista.
Y, sinceramente, no sé qué se quiere decir cuando alguno enuncia la «prioridad de la ontología sobre la gnoseología». «Prioridad» (?).
Bueno habla de «prioridad» o de «privilegio» en ciertos contextos muy precisos, acompañándola de una segunda idea: «prioridad lógica» o «prioridad axiológica», por ejemplo, que yo recuerde. Pero «prioridad», sin más, parece sincategoremático.
La idea de «prioridad» debe de ser un análogo funcional, como la idea de «sentido» en su contexto sincategoremático (no epistemológico).


La idea de «Edad Posmoderna» de Ernesto Castro y la Paradoja de Russell

Castro dice algo que podríamos reconstruir así: la «posmodernidad a» (o «posmodernismo a») es a la «modernidad a» lo que la «posmodernidad b» es a la «modernidad b». Es decir: la «posmodernidad arquitectónica» es a la «modernidad arquitectónica» lo que la «posmodernidad política» es a la «modernidad política» (usando dos ejemplos suyos).

Traducido a nuestras coordenadas: la idea de «posmodernidad» es un análogo de proporcionalidad, en el que la proporción de la unidad corresponde a la «superación de» una «modernidad» de referencia.

Ahora bien: Castro añade, al final de su vídeo, un esquema ontológico en el que aparece el rótulo «Edad Posmoderna».

Si la «Edad Posmoderna» es el todo distributivo que alberga a los múltiples «posmodernismos» análogos como partes, en tanto que «Edad Posmoderna», «superación de» la «Edad Moderna», es ella misma una parte de ese todo; ella misma un «posmodernismo» análogo, que cumple la condición establecida para los análogos incluidos como partes distributivas. Es decir, es un todo y parte de sí mismo simultáneamente.

Además, la Paradoja de Russell se reproduce en lo tocante a la «Edad Moderna». ¿Qué es la «modernidad»? Según Latour -traducido a nuestras coordenadas- la «modernidad» es otra idea análoga de proporcionalidad: la «modernidad a» es a la «antigüedad a» lo que la «modernidad b» es a la «antigüedad b».

Pero la «Edad Moderna», en tanto que es «moderna» por proporción a la «Edad Antigua» (y a una «Edad Media»), y supuesta como todo distributivo que alberga a las multiples «modernidades» (o «modernismos») como partes, vuelve a ser al mismo tiempo todo y parte de sí mismo simultáneamente. La Paradoja se reproduce por tercera vez en lo tocante a las teorías de la «Post-post-modernidad».

Además, el prefijo «post-x», lo mismo que la combinación «no-x» conforma ideas o conceptos amorfos. Por ejemplo, una «no-manzana» puede ser un elefante, una nación política, un neutrón, o mi gato Laozi. Es decir, no tiene morfologías propias. «Post-x» (o «pos-x») se entiende frecuentemente como «superación de», pero no se suelen dar los contenidos efectivos de esa idea de «superación».

En todo caso, «post-x» no tendría por qué entenderse, necesariamente, como «superación de» en algún sentido filosófico que quepa determinar, sino que podría hacer alusión, por ejemplo, a contenidos simplemente espaciales, o bien a contenidos simplemente temporales («post-vacacional»). Por otro lado, tampoco resulta muy claro qué sea «Edad».

Las teorías de la «modernidad» y la «posmodernidad» parecen según esto insalvables por razones lógicas. Dicho en las coordenadas de Carnap: sólo pueden generar pseudoproposiciones.
 

14/6/20

Glosa a «Gustavo Bueno es el mejor filósofo de todos los tiempos»

El problema de la valoración de los diversos filósofos de la historia de la filosofía (x fue mejor filósofo que y pero menos que z) es que muchos quieren que se fundamente sobre criterios formales (popularidad, influencia..., a veces dirán «importancia»).

Y estos criterios son formales porque pretenden mantenerse al margen de los contenidos específicos y propiamente filosóficos de sus tesis, restringiéndose así a parámetros de índole histórico-sociológica (doxográficos o filológicos, en definitiva).

Frente a una valoración material, y no formal, crítica (filosófica y ya no doxográfica), que toma partido y lo hace desde la referencia a un sistema filosófico presupuesto, que es el que da la cota de verdad, o al menos de solidaridad (frente a terceras tesis), como criterio de valor de la filosofía de un filósofo determinado.


Y, en este sentido, todo filósofo que desempeñe su filosofía crítica desde el sistema que da la cota de verdad al valorador, será necesariamente mejor filósofo que cualquier otro filósofo previo o coetáneo que se desenvuelva en otras coordenadas.

Por esa razón, que Chuliá afirme que Gustavo Bueno es «el mejor filósofo de todos los tiempos» no es ninguna afirmación gratuita, sino que presupone una valoración material y no meramente formal, que toma partido por criterios de verdad y solidaridad desde un sistema de referencia (el Materialismo Filosófico, en este caso).

No puede, por razones esenciales, haber filomaterialista («gustavobuenista») que no afirme tal cosa como la que Chuliá afirma. Y si acaso no afirmase tal cosa, habríamos de decir que, al usar de criterios formales (popularidad, influencia, quizá «innovación»), cuando niegue ser Bueno el mejor filósofo de todos los tiempos, no lo negará como filósofo crítico, sino como doxógrafo en ese caso.

En palabras del propio Bueno (1996, p. 385):

[...] será preciso distinguir los valores formales de los valores materiales; pues el valor formal (es decir, el valor reconocido, estimado como tal) [...] puede no coincidir con el valor material (que es el valor genuino). El valor formal, cabría decir, tiene la «forma» del valor, pero puede ser un pseudovalor: el valor ilusorio (formal) del oro de El Dorado fue el motivo que determinó la constitución de las múltiples empresas organizadas para explotarlo.