30/5/21

«Filtrado organoléptico», Ego trascendental, hiperrealismo y modos de realidad

La percepción (o «filtrado organoléptico», desde órganos sensoriales humanos o no humanos) lo es de cosas reales (absolutas), pero las cosas reales sólo pueden ser determinadas como tales ex post facto de su percepción y desde ellas ya conformadas. Lo previo a la percepción y absoluto, por tanto, es un límite en el que al contenido percibido se le quita su forma perceptual; ese límite (la materia sin forma) es M (la materia ontológico general). E (el ego trascendental), por otro lado, no tiene tanto que ver con la percepción -con la sensibilidad paciente- como con la construcción operatoria -con la totalización agente e institucionalizada de Mi (del mundo interpretado) a partir de esos contenidos percibidos-. Es decir, la percepción corresponde al plano ontológico-especial, mientras que E corresponde al plano ontológico-general; i.e., la percepción antrópica y la naturaleza antrópica en general del mundo son planos distintos. Perceptualmente Mi no sólo es filtrado por los órganos sensoriales humanos sino también por los órganos sensoriales animales (y aquí la Idea de kenosis), pero la totalización del hecho de que hay esos órganos sensoriales animales se da también en función de los parámetros categoriales de la epistemología biológica hecha por los hombres; i.e., pese a ello hay que decir que Mi es un mundo «a escala antrópica» y no «a escala antrópica y zootrópica» al menos en ese plano ontológico-general aunque en el plano ontológico-especial de la percepción sí haya que considerar esos sujetos no humanos. Y en ese sentido hay que decir que aunque quitando al hombre del mundo éste permanecería en tanto que percibido por los animales, ese modo de mundo que permanecería no sería el mundo (Mi) organizado por los hombres (E) sino otro mundo distinto (el mundo absoluto) que sólo podemos considerar, de nuevo, en estatus ontológico de idea-límite (M); más aún hay que decir lo mismo del mundo sin hombres y sin animales. Buena parte de la polémica en torno al debate del hiperrealismo deriva de la confusión de ambos planos.

Supuesto esto, hay que considerar dos modos de la Idea de realidad: 

(1) La realidad absoluta (cf. sustancias primeras aristotélicas), que desde la perspectiva de la ontología materialista tiene correspondencia extensional con la Idea de M como materia sin forma en derivación límite -aunque de postulación necesaria- desde la materia ya conformada del mundo fenoménico. En efecto, que su postulación es necesaria y hay que atribuirle una existencia positiva se sigue apagógicamente del hecho de que de no considerar que hay un «contenido percibido» previo a la percepción entonces se sigue que el contenido de la percepción emana de la «interioridad» de la propia conciencia del sujeto (idealismo absoluto). Pero la propia conciencia subjetiva está ella misma determinada socio-históricamente «desde el exterior» (al menos para quien acepte la naturaleza de primer grado de las ciencias sociales como un factum dado del que hay que partir filosóficamente). Por tanto hay que considerar una hipóstasis tal consideración de la emanabilidad suya.

(2) La realidad relativa (cf. sustancias segundas aristotélicas), en tanto que ya filtrada por los órganos sensoriales de la percepción humana y zoológica (y por tanto relativa a ellos), pero que aún puede ser mantenida como disociable de las categorías que la conforman como una invariante a múltiples categorizaciones distintas que se pueden hacer de un mismo contenido denotativo; e inseparable de ellas pues de no haber transformaciones o categorizaciones diversas la «invarianza» no tendría sentido como tal. En efecto, la existencia necesaria de realidades relativas se sigue del reconocimiento de que un mismo contenido puede ser totalizado de modos muy diversos y que serán más o menos verdaderos en función de las contradicciones esenciales que aparezcan por razón de su inserción en un sistema dado de pensamiento. P. ej. la totalización de un conjunto de signos y síntomas como determinada enfermedad es más o menos verdadera en función de que administrándole al organismo el tratamiento que «se supone» que debería sanarla lo haga de hecho y no lo mate inesperadamente o lo deje gravemente dañado, en cuyo caso esos «mismos» (su realidad relativa) signos y síntomas deberán ser categorizados de otro modo, i.e. como otra enfermedad distinta.

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